Capítulo 3: El Final No Tan Solo
Cansado de las noches en vela y las visiones perturbadoras, Diego decidió enfrentarse a la fuente de su tormento. Con una linterna en mano, descendió al sótano de la casa, el lugar del que provenían los susurros.
Las escaleras crujieron bajo sus pies y, con cada paso, el aire se volvía más frío. Cuando finalmente llegó al fondo, el susurro lo envolvió por completo:
"Estás listo para escuchar…”
La linterna parpadeó y se apagó. La oscuridad lo rodeó. Entonces, sintió una mano fría en su hombro. "Ahora somos dos", dijo la voz con un tono casi… alegre.
Desde ese día, nadie volvió a ver a Diego. Pero algunas noches, los vecinos aseguran que, si te acercas lo suficiente al borde del bosque, puedes escuchar dos voces susurrando en la oscuridad.
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